viernes, 18 de julio de 2008

¡Extra, Extra! ¡El senado votó por la reforma agraria!

por Gianni Buono

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Tras la inmensa manifestación popular frente al monumento a los españoles el martes, los representantes del pueblo en la cámara alta dieron el apoyo necesario para que la redistribución del ingreso que la misma aclamaba, se haga efectiva. Se ahuyentan así los fantasmas que existían sobre la inescrupulosidad de los senadores y se termina de definir el rumbo económico del país: no más penurias para las provincias ni para los sectores más necesitados del campo.

Algo así debería titular alguno de los tantos medios gráficos que mantuviera la coherencia con las mil y un embestidas realizadas sobre una ley que establecía como principal diferencia a la reglamentación existente hasta marzo de 2008, una movilidad de las alícuotas de las retenciones a la exportación agraria, en virtud del crecimiento de los precios internacionales de los productos agropecuarios. No soy experto en economía pero no necesito serlo, para entender que esta medida actuaba sobre la renta extraordinaria que podía percibir los patrones del sector que más viene creciendo desde la espectacular recuperación económica que se viene consolidando en el último quinquenio, limitando la capacidad especulativa de los mismos.

El hipócrita rótulo de federal, popular y revolucionario que se le dio a un movimiento que tiene a la cabeza a personas que siempre han logrado salir bien parados y con sus intereses bien resguardados de las peores crisis que el Pueblo argentino pagó con el sudor de su frente, no hace más que poner un antecedente más al largo derrotero de los sectores populares. Así los medios de (in)comunicación, las cúpulas empresarias y el conservadurismo más retrógrado de ciertos sectores tejieron una nueva red para contener el avance de las banderas que huelen a Pueblo, a mestizo, a trabajador.

Lejos de atentar contra la posibilidad de educación de los hijos de De Angeli (como el supuesto representante del pueblo agrario hizo entender con la voz quebradiza de su extenso repertorio actoral en las declaraciones post-rechazo de la ley en el Senado), las retenciones operan en el sentido contrario: son una herramienta para consolidar un Estado fuerte, capaz de poner límites a los intereses especulativos de las finanzas, a las ambiciones privatistas de los empresarios, a la avaricia ilimitada de aquellos que más tienen y las presiones inescrupulosas de los medios de comunicación a los que el mismo De Angeli agradeció por su actuación en este conflicto.

El temeroso tono de las declaraciones justificativas de un vicepresidente que no supo aprovechar la generosidad del máximo movimiento popular del país que lo puso a la cabeza de un proceso de cambio político económico y social sin precedentes, no hace más que poner en duda su verdadera convicción interna. Más que un voto de “corazón” como dijo que realizaba, parece una respuesta con remordimientos a intereses que van más allá de una acción que beneficie al pueblo.

Si el voto hubiera terminado favoreciendo al proyecto que venía con media sanción diputados, hubiera sido la plata la explicación de semejante atropello a la ciudadanía, un acto de corrupción que no demostraba la voluntad popular que no habría que acatar (ya resonaban varias amenazas en ese sentido). Pero el virtual empate, que se resolvió por un voto excepcional a favor de una nueva liberalización de la economía, se dice que es mérito de la acción concienzuda y responsable de los mandatarios en defensa de los intereses de sus provincias, un acto de verdadera democracia institucional, una lección para el ejecutivo. Me pregunto cuál será la lección a la que se refieren. ¿Será la de que contra los empresarios, el Estado no puede ni debe meterse?

Habría que ver realmente el tamaño de las cajas fuertes de todos los patrones que impulsaron la protesta desestabilizadora y sus amistades más cercanas para entender realmente cuáles son los intereses reales de estos “dirigentes” (si es que así se los puede llamar ya que no tienen que responder a ninguna base electoral, si no a sus beneficios económicos). Tal vez así podríamos comprender quienes son los que están dispuestos a comprar un voto.

El martes tuve la posibilidad de ver presencialmente el tipo de individuos que concurrían a sendas convocatorias y puedo asegurarles que la procedencia social de los manifestantes marcaba a las claras (más que los números tan dibujados de los concurrentes) el nivel de popularidad que representaban ambas expresiones políticas. En términos futbolísticos era como la diferencia entre el público acostumbrado a ir a la cancha todos los domingos con sus trapos de mil batallas y el público bienparecido que suele ir a ver a la selección en sus esporádicas y glamorosas presentaciones para desempolvar de vez en cuando la bandera nacional del armario.

Generalmente encontramos entre las líneas de los medios masivos de comunicación una distinción de identidades tendiente a consagrar a unos como gente y a otros como delincuentes, los que hacen las cosas a conciencia y los que las hacen porque no les queda otra. Si es así, maldita sea la conciencia que se desentiende de los que menos tienen.

Tras el anuncio el rechazo a la ley en el Senado, luego de un festejo que parecía la conquista de un campeonato mundial, al grito de una consigna tan inexacta e hipócrita como la de “¡Argentina, Argentina!”, estos señores bien vestidos y alimentados que hasta ayer decían que esto no era un River-Boca, han tirado la pelota afuera nuevamente cuando se les preguntó como sigue ahora el asunto. Saben que la continuidad del status quo, juega a su favor. El miedo al avance de un gobierno que decidió no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada e implementó medidas redistributivas en su primer trimestre de trabajo, avanzando contra un modelo de país excluyente y desigual, parece encontrar en este empate legislativo, un amparo momentáneo. Por lo pronto saben que este año sus ganancias seguirán creciendo al compás de la crisis alimenticia planetaria. Esta no-reforma les da la posibilidad de ensanchar sus arcas por un tiempo más de la mano de los intereses de los sectores más especulativos y concentrados de la economía mundial. Este es su logro, este es su federalismo, esta es su reforma. No hay un proyecto detrás más que el de poder mantener las riendas de la economía y poner un freno a la profunda voluntad de un pueblo que se expresó en las urnas hace menos de un año y que encuentra hoy en estos nuevos exponentes del gorilismo ilustrado alineados para marcarle un nuevo tope a la voluntad de crecimiento y reinserción a los sectores más castigados desde la última dictadura hasta el 2001.

Este gobierno que apostó siempre a la producción, al crecimiento equitativo y al desarrollo social (pese a que es más fácil y redituable entregarse a los intereses especulativos), responderá seguramente con respeto a las instituciones, con más trabajo y con más participación popular a través de las organizaciones sociales, las centrales de trabajadores, los movimientos culturales para demostrar que el monopolio de los medios de comunicación y de producción no basta para acallar la voluntad de un pueblo que más temprano que tarde desea vivir en una Argentina con la soberanía política, la independencia económica y la justicia social que sólo puede garantizar un Estado fuerte encolumnado detrás de un proyecto nacional, que hoy le ha sacado la careta a muchos de sus detractores. La historia los juzgará, no lo dudo. (Agencia Paco Urondo)